El pinganillo
El otro día en el trofeo Santiago Bernabeu, Raúl jugó con un auricular en el oído, recibiendo órdenes de Luxemburgo (no del país, si no del entrenador, que estaba mucho más cerca).
A mí esto me da bastante lo mismo. Habrá quien diga que es el fin de la creatividad individual y habrá quien defienda la presencia del entrenador dentro del campo (o algo así). Y si lo permiten (que parece que no), pues seguro que nos acostumbramos todos rápido a ver esparadrapos en las orejas y no pasará nada.
Pero pensaba yo el otro día, viendo a Raúl, que a mí a veces no me importaría llevar un pinganillo. Así, cuando estuviera escribiendo habría una voz que me diría qué trama es mejor, qué personaje debo desechar o cómo acabar una historia.
Ya puestos, llevaría el pinganillo en todo momento, en la vida. Y me susurraría qué marca de leche comprar o qué clase de jamón jork. También estaría bien que me avisara de los trayectos más cortos en metro o qué decir en las conversaciones aburridas. Qué camisa comprar, qué cocinar hoy, qué película ver, dónde quedar con mis amigos o si decirle algo o no a esa chica que acaba de pasar.
Pero estoy seguro de que después de unos días con una voz dentro de mi cabeza retumbando, opinando, ordenando, acabaría harto y le darían bien por culo al pinganillo. Por la necesidad de decir "no". Y sobretodo por el placer de equivocarme.
A mí esto me da bastante lo mismo. Habrá quien diga que es el fin de la creatividad individual y habrá quien defienda la presencia del entrenador dentro del campo (o algo así). Y si lo permiten (que parece que no), pues seguro que nos acostumbramos todos rápido a ver esparadrapos en las orejas y no pasará nada.
Pero pensaba yo el otro día, viendo a Raúl, que a mí a veces no me importaría llevar un pinganillo. Así, cuando estuviera escribiendo habría una voz que me diría qué trama es mejor, qué personaje debo desechar o cómo acabar una historia.
Ya puestos, llevaría el pinganillo en todo momento, en la vida. Y me susurraría qué marca de leche comprar o qué clase de jamón jork. También estaría bien que me avisara de los trayectos más cortos en metro o qué decir en las conversaciones aburridas. Qué camisa comprar, qué cocinar hoy, qué película ver, dónde quedar con mis amigos o si decirle algo o no a esa chica que acaba de pasar.
Pero estoy seguro de que después de unos días con una voz dentro de mi cabeza retumbando, opinando, ordenando, acabaría harto y le darían bien por culo al pinganillo. Por la necesidad de decir "no". Y sobretodo por el placer de equivocarme.
8 comentarios
charly -
mike -
¡¡¡POR DIOS!!!
(comment en mayúsculas en homenaje a 70x100)
davismiles -
rubens -
Yo creo que todos las escuchamos. Una fijo. A veces, más.
Yo escucho un mogollón. Incluso, Lorena, alguna en plan "vamos, campeón".
mike -
gregoriok -
lorena -
farcman -
Así que si con uno, muchas veces te haces la picha un lio, no me quiero ni imaginar lo que pasaría con dos.
Aunque pensándolo bien...